Infinitas posibilidades de un Ensoñador
Silencio Interno o logro de la quietud. Qué mejor que el Nagual Carlitos para explicarlo:
Pero
también tenía que considerar el hecho de que, con la práctica del ensoñar,
había aprendido a entrar en un estado de quietud total. Podía desconectar mi
diálogo interno y quedarme como si estuviera en el interior de un capullo,
atisbando hacia afuera a través de un agujero. En ese estado yo podía, si lo
quisiese, soltar un poco del control que poseía y entrar en el ensueño;
o bien conservar ese control y permanecer pasivo, sin pensamientos y
sin deseos
El
residuo consciente, al que don Juan llamaba la segunda atención, es adiestrado
a través de ejercicios de no-hacer. La Gorda y yo estuvimos de
acuerdo que un auxiliar esencial del ensoñar era un estado de quietud
mental, que don Juan había llamado "detener el diálogo interno", o el
"no-hacer de hablarse a uno mismo".
Para elucidar el control de la segunda atención, don
Juan presentó la idea de la voluntad. Dijo que la voluntad podía
describirse como el máximo control de la luminosidad del cuerpo en cuanto a
campo de energía, o podía describirse como un nivel de pericia, o un estado de
ser al que llega abruptamente un guerrero en un momento dado. Se le
experimenta como un fuerza que irradia de la parte media del cuerpo después de
un momento del silencio más absoluto, o de un momento de terror puro, o de una
profunda tristeza; pero no después de un momento de felicidad. La felicidad es
demasiado trastornante para permitirle al guerrero la concentración requerida a
fin de usar la luminosidad de su cuerpo y convertirla en silencio.
-El nagual me dijo que para un ser humano la
tristeza es tan poderosa como el terror -dijo la Gorda-. La tristeza hace que
un guerrero derrame lágrimas de sangre. Ambos pueden producir el momento de
silencio. O el silencio viene por sí mismo, porque el guerrero lo persigue a lo
largo de su vida.
-¿Tú has llegado a sentir ese momento de silencio?
-le pregunté.
-Claro que sí lo he hecho, pero no puedo recordar
cómo es -dijo-. Tú y yo lo hemos sentido antes y ninguno de los dos podemos
recordar nada de eso. El nagual dijo que es un momento de negrura, un momento
aún más silente que el momento de parar y cerrar el diálogo interno. Esa
negrura, ese silencio, permite que surja el intento de dirigir la
segunda atención, de dominarla, de obligarla a hacer cosas. Por eso se le llama
voluntad. El intento y el efecto son la voluntad;
el nagual dijo que las dos estaban unidas. Me dijo todo esto cuando yo trataba
de aprender a volar en ensueños. El intento de volar produce
el efecto de volar.
Este logro inconmensurable provoca que un nagual obtenga resultados sorprendentes. Uno de ellos es el combate (y defensa) sin contacto físico a diferentes distancias que pueden ir desde medio metro a miles de km o más. También la curación con la misma técnica. Asimismo, con el ensoñar, llegar a lugares, hacer cosas e interactuar con organismos indescriptibles. Y con otros maestros ensoñadores de incontables lugares del multiverso. Todo es cuestión de ahorrar y llenar ciertos "recipientes" o vórtices con mucho tleyotl (Don Juan los describió diáfanamente), técnicas que son palabras mayores para quienes no están verdaderamente en el Camino...