El umbral del
silencio
Una
de las características de Carlos era no ser previsible. A veces llegaba
puntualmente a sus citas, otras veces tardaba más de una hora. El sistema tenía
sus ventajas; hacía que los menos interesados se levantaran y se fueran, y a
los más comprometidos los obligaba a cultivar la paciencia.
Esa
tarde la cita fue en la Universidad de México. Entre
otras muchas cuestiones, le preguntaron si él creía en Dios.
Como
respuesta, Carlos nos pidió que no confundiéramos sus palabras con un mensaje
religioso.
"Los
brujos -dijo- se atienen a su experiencia. Han cambiado el creer por el ver.
Hablan del espíritu, no porque crean en su existencia, sino porque le han
visto. Pero no lo ven como un padre amoroso que veía por encima de todos, allá
arriba. Para ellos, el espíritu es algo mucho más directo e inmediato, un
estado de conciencia que trasciende la razón."
"Todo
lo que llega a nuestros sentidos es una señal. Sólo hay que tener la velocidad
necesaria para silenciar la mente y captar el mensaje. Mediante esas
indicaciones, el espíritu nos habla con una voz muy clara."
Uno
de los presentes notó que, aun tratándose de una metáfora, la idea de escuchar
al espíritu o hablar con él tenía un aire excesivamente religioso. Pero
Carlos fue tajante en su definición:
"¡Esa
voz no es una metáfora! ¡Es literal! A veces se compone de palabras, otras
veces sólo susurra o despliega una escena delante de nuestros ojos, como una
película. De ese modo, el espíritu nos transmite sus comandos, que pueden resumirse
en una solo expresión: '¡Intenta, intenta!'."
"La
voz del espíritu nos habla a todos por igual, pero no nos damos cuenta. Estamos
tan ocupados con nuestros pensamientos que, en lugar de hacer silencio y
escuchar, preferimos recurrir a todo tipo de subterfugios. Por eso existen los convocadores."
Le
preguntaron qué era un convocador. Respondió:
"Es
un recurso de la atención, una manera de acceder a otro nivel de conciencia.
Podemos usar casi cualquier cosa para sintonizar al espíritu, porque, finalmente,
está detrás de todo lo que existe. Pero ciertas cosas nos atraen con más fuerza
que otras."
"Por
lo común, la gente tiene sus oraciones, sus rezos y amuletos, o elabora
rituales privados y colectivos. Los brujos de la vieja guardia eran propensos al
misticismo; usaban la astrología, oráculos y conjuros, varas mágicas, cualquier
cosa que burlase la vigilancia de la razón."
"Pero,
para los nuevos videntes, esos recursos son un despilfarro y ocultan un
peligro: pueden desviar la atención de la persona que, en lugar de enfocarse en
su vínculo inmediato con el espíritu, se hace adicta al símbolo. Los guerreros
actuales prefieren métodos menos ostentosos. Don Juan recomendaba intentar
directamente el silencio interior."
Recalcando
las palabras, precisó que la brujería es el arte del silencio.
"El
silencio es un pasadizo entre los mundos. Al callar nuestra mente, emergen
aspectos increíbles de nuestro ser. A partir de ese momento, la persona se hace
vehículo del intento y todos sus actos comienzan a rezumar poder."
"Durante
mi aprendizaje, mi benefactor me mostró prodigios inexplicables que me
espantaban, pero, al mismo tiempo, despertaban mi ambición; ¡yo también quería
ser poderoso como él!. Frecuentemente le preguntaba cómo podía yo aprender sus
trucos, pero él colocaba un dedo sobre sus labios y se me quedaba viendo. Sólo
fue años más tarde cuando pude apreciar plenamente la magnífica lección de su
respuesta. La clave de los brujos es el silencio." Uno
de los presentes le pidió que definiese ese concepto.
Contestó:
"No
es definible. Cuando lo practicas, lo percibes. Si tratas de entenderlo, lo
bloqueas. No lo veas como algo difícil o complejo, porque no es nada del otro
mundo; tan sólo es acallar la mente."
"Podría
decirles que el silencio es como un muelle a donde llegan los barcos; si el
muelle está ocupado no hay cabida para nada nuevo. Tal es mi visión del asunto,
pero, en verdad, no sé cómo hablarles de eso."
Explicó
que el silencio mental no es solamente la ausencia de pensamientos. Más bien, se
trata de suspender los juicios, de atestiguar sin intérpretar. Sostuvo que
entrar al silencio se puede definir, según el contradictorio modo de los
brujos, como "aprender a pensar sin palabras".
"Para
muchos de ustedes lo que yo estoy diciendo no tiene sentido, porque están
acostumbrados a consultarlo todo con la mente. Lo irónico es que, para empezar,
los pensamientos ni siquiera son nuestros, suenan a través de nosotros, lo que
es diferente. Y, como nos acosan desde que tenemos uso de razón, hemos terminado
por acostumbrarnos a ellos."
"Si
le preguntan a la mente, ella les dirá que el propósito de los brujos es
necedad, porque no se puede demostrar con la razón. En lugar de aconsejarles
que vayan y verifiquen honradamente ese propósito, ella les ordenará que se
escondan detrás de un sólido bloque de interpretaciones. Por tanto, si quieren
darse una oportunidad, sólo les queda una salida: ¡desconecten la mente! La
libertad se logra sin pensar."
"Conozco
gentes que consiguieron parar su diálogo interno y ya no interpretan, son pura
percepción; nunca se desilusionan o se arrepienten, pues todo loq ue hacen
parte del centro de la decisión. Han aprendido a lidiar con su mente en
términos de autoridad y viven en el más auténtico estado de libertad."
Siguió
diciendo que el silencio es nuestra condición natural.
"Nacimos
del silencio y allá volveremos. Lo que nos contamina son las ideas superfluas
que se cuelan en nosotros a partir de nuestra forma colectiva de vivir."
"Nuestros
parientes, los primates, tienen costumbres sociales muy arraigadas cuyo
objetivo es disminuir los niveles de tensión dentro del grupo. Por ejemplo,
dedican mucho de su tiempo a acariciarse, olerse o extraerse mutuamente los
piojos."
"Esas
constumbres son genéticas, así que no han muerto; están aquí dentro, con
ustedes, con ustedes y conmigo. Sólo que los humanos hemos aprendido a
sustituirlas por intercambios de palabras. Cada vez que tenemos una
oportunidad, nos tranquilizamos unos a otros platicando sobre cualquier cosa.
Después de milenios de convivencia, hemos interiorizado esos intercambios al
punto que ya sea que estemos dormidos o despiertos, nuestra mente no está
quieta, siempre está hablando consigo misma."
"Don
Juan afirmaba que somos animales predatorios que, a fuerza de amansarnos, hemos
terminado por convertirnos en rumiantes. Pasamos la vida regurgitando una lista
interminable de opiniones sobre casi todo. Los pensamientos nos llegan en
racimos; uno empalma con el otro, hasta rellenar todo el espacio de la mente.
Ese ruido no tiene ninguna utilidad, porque prácticamente en su totalidad, está
dirigido al engrandecimiento del ego."
"Debido a que va en contra de todo lo que nos fue
enseñado desde niños, el silencio debe ser intentado con ánimo de combate. En
este momento ustedes cuentan con una gran ventaja: la experiencia de los
acechadores. Los brujos de ahora nos proponemos pasar por el mundo sin llamar
la atención, tratando con todos por igual. Un guerrero acechador se hace dueño
de la situación, para bien o para mal, porque hay algo terriblemente efectivo
en actuar sin la mente."
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