martes, 10 de septiembre de 2013

ENSUEÑO CON EL LINAJE DEL SIGLO XVIII


Desde hace ya muchos años (y por experiencia propia)  hemos sostenido que "nagual" que no Ensueña, no es nagual. El Ensueño es el sello de los naguales, la característica fundamental, la "marca" de origen, que lo avala, lo deslinda de la masa y lo dignifica, por supuesto. Como bien dijo Frank Díaz, el nagual es el sujeto del ensueño
Traigo a colación este importante tema pues tuve un ensueño extraordinario, incomparable si tengo que cotejarlo contra otros innumerables ensueños que he tenido, más bien vivido.

Don Juan me aseguró que nuestro linaje era bastante excepcional, porque sufrió un cambio drástico en el año 1723. Una influencia externa vino a afectarnos y alteró nuestro curso de manera inexorable. En ese momento no quiso hablar del evento en sí, pero dijo que, a partir de ese entonces, nuestra línea tomaba en cuenta un nuevo comienzo, y que se consideraba que los ocho naguales que habían gobernado el linaje desde ese ins­tante, eran intrínsecamente diferentes a los seis que los precedieron.

A grandes rasgos, se me mostró el Linaje al cual pertenecía pero que todavía estaba brumoso, velado por "su humo del espejo". Los nuevos videntes se forjaron en el año de 1723, en México y consecuentemente con la aparición de un extraordinario personaje, al cual tengo un inmenso respeto por ser uno de aquellos que en China, Tibet e India, por mencionar algunos, se les conoce como Inmortales.

-Ese desafiante de la muerte es el antiguo vidente que el nagual Sebastián encontró en 1723 -prosiguió-. Consideramos que en ese día principia nuestra línea, por segunda vez. Ese desafiante de la muerte, quien ha vivi­do en la tierra durante cientos de años, ha cambiado la vida de todos los naguales que conoció, algunas veces más profundamente que otras. Y desde ese día en 1723 ha conocido a cada uno de los naguales de nuestra línea.

Sólo a algunos que sepan entender, le relataré el ensueño completo pues ha sido tan increíblemente fuera de toda racionalidad, que cualquier neófito quedaría convencido de que me he vuelto loco... El siguiente párrafo podría dar una pista de lo que viví la noche de ayer, que por ¿casualidad? fue comienzo de la trecena de la Flor, Ce Xochitl.

Don Juan dijo que el nagual Sebastián le puso un apodo a aquel hombre sin nombre, le llamó "el Inquili­no", porque llegaron a un acuerdo según el cual el hom­bre recibía energía, es decir, alojamiento, y pagaba la renta en forma de favores y conocimientos.
-¿Nunca le fue mal en el intercambio a algún nagual? -pregunté.
-A ningún nagual le fue mal en el intercambio de energía con él -contestó-. La promesa del hombre era que sólo le quitaría al nagual un poco de energía super­flua y a cambio le enseñaría extraordinarias habilidades.


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