Siguiendo
los racionalismos de los chamanes del México antiguo, don Juan declaró
categóricamente que el silencio interno se
amontonaba, se acumulaba. En mi caso, luchaba para guiarme a construir un
núcleo de silencio interno dentro
de mí, y luego añadir a él, segundo a segundo, cada vez que lo practicara. Me
explicó que los chamanes del México antiguo descubrieron que cada individuo
tenía un umbral diferente de silencio
interno en cuanto a tiempo, es decir, que el silencio interno debe ser mantenido por cada uno de nosotros
durante el período de tiempo de nuestro umbral específico antes de que
funcione.
‑¿Qué
consideraban los chamanes, como la señal de que el silencio interno estaba funcionando, don Juan? ‑pregunté.
‑El silencio interno funciona desde el
momento en que empiezas a acumularlo ‑contestó‑. Los chamanes andaban detrás
del dramático resultado final, el de alcanzar ese umbral individual de
silencio.
Algunos practicantes muy talentosos necesitan sólo unos cuantos
minutos de silencio para llegar a esa codiciada meta. Otros, menos talentosos,
necesitan largos períodos de silencio, quizás más de una hora de quietud
completa, antes de llegar al resultado tan deseado. El resultado deseado es lo
que los antiguos chamanes llamaban detener
el mundo, el momento en
que todo lo que nos rodea cesa de ser lo que siempre ha sido.
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