Iba caminando por el claro de un bosque cerrado, casi selva. Era una mañana extraordinaria pues el aire, tibio y animado por una tenue brisa, se veía dorado, como motitas de polvo de oro, que sin embargo permitían apreciar la increíble belleza del lugar.
Extraños sonidos, pero hermosos, se oían suavemente (pude ver, después, que eran pájaros de incontables colores y nunca vistos en la "Tierra").
Caí en la cuenta, de pronto, que estaba durmiendo y que en ese ensueño, algo especial ocurriría. Efectivamente, en la rama no muy alta, casi horizontal, de un frondoso y verdísimo árbol, estaba colgado un hombre. Pero colgado de las piernas, como un gimnasta olímpico. Tenía los brazos cruzados y masticaba plácidamente una pajita o ramita despreocupadamente. Su cabello, negro y largo, lo tenía recogido en una coleta, así como su negra barba, que aunque recortada, le enmarcaba un rostro amable y sonriente.
Sólo traía un taparrabos o "maxtlatl", una especie de atuendo que le cubría las caderas y entre las piernas, de color blanco. Su piel era morena, pero no muy marcada; parecía un nativoamericano.
Me detuve a observarlo, a prudente distancia, mientras muy disimuladamente le apuntaba con mi dedo meñique izquierdo... no ocurrió nada, así que me relajé y me dispuse a entablar una conversación con ese personaje.
Resultó, ante mi inaudito asombro, que era El Desafiante, o El Inquilino, o Xoxpanxoco, "el siempre reverdecido" o sea, El Imortal, el Eterno.
Me dijo, ya después de dejarse caer de cabeza, pero aterrizando como un artista circense, que el "kinam o como sea que le llaman, era un buen camino" y que "había centenares de posturas más que las 20 que estábamos practicando".
Pero, que no nos quedáramos atorados con los ejercicios pues eran sólo una parte, un eslabón, una "parada en el camino" de la trascendencia, de la autoconciencia, de la inmortalidad.
Sonriendo, me puso al tanto de que estábamos soñando; que él vivía en un ensueño permanente sostenido por su inmensa energía, la cual lograba ensoñando dentro de sus propios sueños...
Que ha estado en incontables mundos y conocido centenares de "razas" de humanos y humanoides, y que con ellos tenemos un lazo en común: "la búsqueda de la perfección dentro de la Realidad Total y Omniabarcante (sic)" y que el nagualismo (y otras técnicas terrestres tales como el taoísmo y el yoga) son herramientas que te potencializan, te expanden exponencialmente y que todos esos que llamamos "dioses", fueron, en algún momento inevitablemente seres destinados a morir, o sea (en nuestro caso particular) fueron humanos.
Que Han Lu (o Luján) era un ser muy querido y que, al igual que él, nunca había muerto tal como concebimos a la muerte.
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